TODA PRESENTACIÓN ES UNA CONVERSACIÓN: ¿CUÁNDO SE INICIA? ¿A QUIÉNES INCLUYE?

Al encarar el armado de una presentación es frecuente dar prioridad a la producción de contenidos desde la posición de orador/experto dando preponderancia a la construcción de una lógica técnica en el diseño.

Este abordaje que opera en automático deja en segundo plano el diseño de aspectos emocionales, obstaculizando como consecuencia llegar a la audiencia con una propuesta de valor movilizadora; solamente en apariencia dan más seguridad a la formalidad de la expresión.

El histrionismo puede ser ameno y entretener pero no aporta recursos esenciales para transferir valor, muchas veces distrae. De igual manera, incorporar alguna dinámica participativa por sí sola no garantiza sostener el propósito de la comunicación y su percepción por parte del público.

Expongo algunas preguntas que deberíamos respondernos sobre el tema y la historia a contar:

  • Desde la mirada de la audiencia: ¿Inspira curiosidad? ¿Agrega conocimiento? ¿Es relevante? ¿Cuáles son los conceptos centrales de interés? ¿Cómo se relaciona paso a paso con los intereses de la audiencia? ¿Cómo articulo el orden de la propuesta desde la lógica conceptual y emocional del oyente? ¿Cuál es la terminología que debo utilizar? ¿Con qué soporte físico? ¿Qué emociones despierta el tema?
  • Desde la mirada del orador: ¿Me apasiona? ¿Puedo explicar la idea en el tiempo con que cuento? ¿Tengo credibilidad para abordarlo? ¿Domino el tema? ¿Tengo claro mi compromiso con la audiencia o busco aprobación? ¿Le destino el tiempo adecuado a mi preparación y comportamiento escénico?

Todo discurso o presentación es una conversación que nace en nosotros en el mismo momento en que elegimos el tema, se continúa mientras la diseñamos y luego cuando desarrollamos la exposición ante el público. Es un diálogo permanente que se constituye en la base para el uso auténtico de todos los recursos: la voz, el contacto visual y el comportamiento escénico captando los estímulos que recibimos del público. Así evitamos expresarnos con un monólogo emisor al tener a un otro como permanente referencia.

Aunque el público no participe hablando construimos un diálogo virtual. Recibimos señales cuando actuamos en presencia, sintiendo que dialogamos con alguien a quien le deseamos transferir un mensaje con información de valor.

Esta estrategia podemos aplicarla en toda instancia de comunicación efectiva siguiendo la lógica de la necesidad del oyente y nuestro compromiso con la misma: en una negociación, en lo comercial, en la vida social.

Aplicar y entrenar conscientemente la empatía como hábito comunicacional permite crear realidades compartidas y resonantes para transitar con éxito los cambios sociales, de la vida y del trabajo.

mp

22-4-22

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