¿Qué conceptos de contenido y sentido le asignamos al “poder”?

El poder tiene frecuentemente mala prensa. Se lo relaciona con objetivos de dominación, manipulación, discrecionalidad, imposición, ambición desmedida,  agresividad, relaciones ganar- perder, impunidad, egoísmo, poder económico, autoritarismo, egocentrismo.

Pero existe otra cara del poder asociada con la potencia, con la posibilidad de realización. En esta línea, lo elegimos para generar consensos, desarrollar talentos singulares, coordinar acciones efectivas que requieren necesariamente construir relaciones, influir con propuestas convocantes, abrir las posibilidades de colaboración, incluir.

Este abordaje del poder implica el reconocimiento de que el intercambio de opiniones fundadas genera nuevas construcciones, motivando también a la participación activa y a la potencia colaborativa.

Vemos a diario situaciones en las que destacarse dentro de un conjunto es tomado como algo negativo, atribuyendo intenciones asociadas al deseo de ejercer el poder con beneficio propio exclusivamente. No negamos que esto suele ocurrir; negamos que esto caracterice y defina al poder como tal.

Nacimos diferentes, somos seres únicos. Desconocer este hecho, lleva a neutralizar nuestra singularidad y los recursos que hacen posible el despliegue pleno de nuestras capacidades.

Negar el poder es negar la posibilidad de manifestarnos con autenticidad expresando visión, valores, talentos, capacidades, personalidad, pasiones que constituyen la mayor contribución que podemos brindar en nuestros espacios de presencia. Y esta limitación es resonante, no nos afecta sólo como individuos, tiene alcance colectivo cuando se instala como cultura.

No estamos hablando de ponderar el individualismo sino de enriquecer la individualidad en armonía con el contexto colectivo, sosteniendo el derecho a manifestarnos plenamente desarrollando más y no menos de lo que somos.

¿Qué aporta en este sentido el Branding personal? ¿Por qué elegimos llamarlo Self Branding?

En el proceso histórico del marketing, muy sintéticamente, se ha pasado de la comunicación de atributos de producto a posicionar y consolidar marcas y, actualmente, a generar conciencia. En esto el Storytelling ha cobrado relieve en directa relación con la búsqueda de identificación de las “audiencias” con la “experiencia” que se propone.

Como individuos no somos ajenos a este proceso. Tenemos identidad pública nos guste o no: la diseñamos o dejamos que nos la diseñen por default.

¿Qué contamos, cómo contamos? Pensar en aplicar herramientas mecánicamente no alcanza para conectar auténticamente sistemas de valores entre las partes del proceso de la comunicación. La representación mecánica no es perdurable, hecho que tiene innumerables ejemplos en todo ámbito humano.

La construcción de un vínculo requiere coherencia en el tiempo entre lo que pienso, siento, digo y hago nutriendo la asertividad que nace de la calidad del autoconocimiento y del compromiso manifiesto con la deriva de acciones congruentes con lo declarado.

Sobre esta base deberíamos diseñar planes y acciones que surjan de un “self” que escucha, se escucha, actúa, expresa, influye y es influido por las formas efectivas de relacionarse como parte de su contexto.

Con este abordaje, las narrativas responden a valores propios que conectan y resuenan con los valores de los otros. Se nutren de “Poder” de realización entramado entre lo individual, grupal y colectivo.

Vivimos un presente en que la necesidad de encontrar sentidos está mostrándose de muy diversas formas, las más de las veces por su ausencia.

La realidad es que, en lugar de “encontrarlo” se trata de “construirlo” a partir de las acciones que elegimos en congruencia día a día, en ello reside nuestro “poder” de realización en su más amplio “sentido”.

mp

02/2022

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