Muchas veces leemos, escuchamos e intentamos aplicar recomendaciones sobre cómo moverse en escena: cómo caminar, cómo mirar, cómo mover las manos, cómo modular la voz y realizar gestos para movilizar emociones, cómo hacer silencios, etc. No conozco recetas que puedan solucionar la ausencia de alineamiento del orador entre el contenido de lo que dice, el ¿por qué?, el cómo y el qué dice.
En una presentación muy visitada de las charlas TED, Simon Sinek expuso el “Golden Circle”. En su análisis explica cómo las empresas exitosas basan su estrategia de innovación y propuestas al mercado en sentido inverso a las no exitosas: en lugar de mostrar cómo y qué hacen, transmiten su por qué a través de cómo y qué hacen. Y esto es lo que cautiva: la generación de posicionamiento, logros y valoración de mercado.
Tomando este concepto, creo que las personas, al igual que las empresas, tenemos nuestro “Golden Circle”. El tema es entender que nuestro “por qué” conlleva la necesidad de observar integralmente las emociones que bloquean nuestra espontaneidad y autenticidad.
Recurrimos a técnicas (recetas) para superar y disimular las dificultades que generan nuestros “nervios” esquivando el trasfondo de esta realidad. Actuamos modos, gestos, sonidos, efusividad, silencios, power points, que no solamente no nos permiten conectar con el auditorio sino que también nos impiden transmitir lo que íntimamente deseamos. Ponemos el carro delante del caballo. Podemos lograr cierta “comodidad” en la exposición, aunque no necesariamente conectemos con la audiencia.
La comunicación auténtica proviene de la capacidad de mostrar vivencias, dilemas, que como protagonistas experimentamos en el mismo viaje que estamos proponiendo a la audiencia con nuestra presentación. Tiene, tomando la propuesta de Sinek, un punto de partida diferente: desde adentro del círculo hacia afuera (inside-out,) un trabajo de alineación personal profundo.
Si aceptamos este enfoque un primer paso estriba en el autoconocimiento, para comprender y alinearnos con nuestros “por qué” y luego, a partir de allí, comprometer y entrenar una transmisión auténtica y congruente entre los contenidos y las formas.
Así nuestras manos, piernas, voz, cuerpo, lenguaje, emociones, todas nuestras inteligencias en conjunto encuentran el camino para sostener en el tiempo una identidad pública, nuestra marca personal.
Mariano Pupkin @jusanabart
Ilustración: Juan Sanabria –
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