Las situaciones de auto-exposición desencadenan en la mayoría de los casos emociones que operan como obstáculo a la conexión con el público y a la calidad del discurso.
La base que dispara las funciones emocionales disfuncionales es el miedo, que puede seguir con la vergüenza y otros derivados. Podemos decir que se nos presentan como miedo a equivocarse, a la opinión de los demás, al ridículo, a mostrar desconocimiento…
Como consecuencia gastamos mucha energía en disimular esas sensaciones desarrollando conversaciones internas en las que nos auto-descalificamos, o en otras en las que negamos emociones y pensamientos mostrando supuesta valentía ficticia.
¿Y cómo se ve esto? Seguramente habrán observado en diferentes exposiciones la sobreabundancia de información que pretende mostrar dominio de un tema, oradores que hacen foco en ganar la simpatía de la audiencia, oradores que lanzan verdades incluso con mucha vehemencia y gesticulaciones, apuros por terminar…y no terminar nunca, confusiones, olvidos, lecturas de ppt, desbordes emocionales….etc, etc.
En todos los casos la consecuencia es la falta de conexión auténtica con el público, quien deja así de ser el beneficiario real de lo que se expone. El eje de la presentación es el orador, ocupado básicamente en sí mismo y buscando aprobación personal.
Tener miedo es lo más natural del mundo y es parte del querer hacer las cosas bien. El secreto es correr el foco de nuestra preocupación por quedar bien, al foco de conocer las emociones que nos toman y nos llevan a mecanismos defensivos como:
- Lucha defensiva: reacción agresiva ante un estímulo
- Lucha ofensiva: actitud de atropello y superioridad
- Huida/evitación: aparición de pensamientos intrusivos y/o evasivos, falta de concentración, postergación
- Sumisión: actitud complaciente, adhesión y obediencia en todo, incluso cuando no se está de acuerdo
- inhibición de acción: bloqueo (la mente se pone en blanco), parálisis
Estas conductas de una forma u otra se manifiestan cuando las emociones nos tienen en lugar de nosotros tener emociones.
En el gráfico vemos cómo la emoción no es negada sino incluida, lo que cambia es el volumen de nuestra conciencia y nos permite gestionar la situación.
El proceso que tenemos que recorrer tiene que ver con no pelearnos con nuestras emociones sino tomarlas como aliadas y, como diría Norberto Levi, invitarlas en nuestro camino. Para ello primero reconocerlas, observarlas y entender que la intención es hacer las cosas bien. Nos constituyen y son fuente de energía esencial pero no nos convertimos en nuestras emociones.
Sin auto-exposición no generamos realidades. Entrenarnos para mostrar nuestra identidad a partir de nuestras singularidades requiere trabajo y actitud/accionar en el aprendizaje constante.
Como alguien dijo: “tiene altísimo costo transitar la vida debajo de miedos inapelables como techo: lo pagamos con…vida”.
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