La voz que realmente conecta con el oyente en cualquier contexto o situación es la que surge de la autenticidad de las emociones de base. Expresadas en armonía con los conceptos y razonamientos que dan contenido al mensaje se traducen en espontaneidad, crean confianza y credibilidad.
¿Le ponemos emoción al cuerpo y a la voz? ¿O cuerpo y voz a la emoción? Deberían ocurrir ambas cosas. Pero esto que parece algo evidente no ocurre tan frecuentemente.
Por algún motivo muchas veces la preparación queda atada fundamentalmente al comportamiento escénico y entonces las técnicas interfieren en lugar de dar lugar a la apertura personal. Como camino parece más fácil pero el resultado no es el mismo.
Cuando queremos “vestir las emociones” de naturalidad y gestualidad, desconectamos en forma directa de lo que podemos transmitir de auténtico valor. Anulamos la posibilidad de generar intimidad y conexión. La presentación, discurso, o conversación resulta un “teatro de la autenticidad”. Fabrico los gestos y frases que supuestamente van a movilizar, conmover, persuadir. No ocurre y muchas veces generan el efecto contrario.
Así vemos cómo las consecuencias las sufre lo para verbal (voz, tono, ritmo, volumen) que pierde naturalidad y pasa a formar parte de “actos del habla controlados” por la racionalidad de los impactos que buscamos producir.
Vemos permanentemente discursos que siguen indicaciones de comportamiento y letra de teleprompters. Cualquier autenticidad de fondo se pierde en las técnicas de fachada que la transforman en auto-referencial. Un orador que lee un mapa para llegar a un auditorio no convence: se está mirando a sí mismo. Comportamientos programados: en esta parte la voz así, las manos de esta forma, la mirada de esta otra, suspiro/respiración, silencios…son instrucciones formales que desconectan del fondo del discurso.
El lenguaje oral es musical: ningún concertista puede conmover si se dedica exclusivamente a mostrar su técnica para inspirar o a centrarse en ella creyendo que una buena ejecución suple la interpretación. Se entiende que la técnica debería estar al servicio del mensaje de la obra.
La pregunta con la que muchas veces nos consultan es: ¿Qué puedo hacer para lograr….? Cómo hago para impresionar….? ¿Cómo me tengo que parar…mover las manos… mirar…caminar…? Siendo relevantes, estos temas no son los esenciales. Nuestra respuesta es: “si el corazón pasa, lo demás te sigue, trabajemos en eso y lo demás lo ajustamos”. Es complejo? Sí. Requiere trabajo? Sí.
Dos recomendaciones de base: a) alinear lo que siento, pienso con lo que voy a decir, b) verificar que lo que declaro y cómo lo expreso está en concordancia con lo anterior y que mi propuesta de valor realmente es relevante para mi auditorio, c) conexión: ponerme al servicio del auditorio con convicción de la misión que cumplo, evitando la auto-referencia y la aprobación personal.
Ponerle emoción al cuerpo y a la voz y, cuerpo y voz a la emoción implica alinearnos con la propuesta de valor comprometiendo nuestra integridad en la misma.
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