En un proceso de transformación cambiamos observador, reconocemos nuestros mundos interpretativos, nos sumergimos en otro grado de comprensión y toma de conciencia de nuestros espacios conversacionales privados y públicos y, sobre todo, salimos de creencias que nos colocaban en el lugar de víctimas. ¿Pero salimos realmente del lugar de víctimas?

Ahora nos sabemos protagonistas, ahora estamos en condiciones de diseñar….
¿Qué sigue? Porque si nos quedamos en conversaciones, lo que estamos haciendo es auto-complacernos en nuestro nuevo metro cuadrado de paraíso con nuevas explicaciones que nos tranquilizan pensando en un futuro mejor. Tal vez, haciendo algo nuevo, pero no todo lo que podríamos.

Nuestras acciones (sus consecuencias en el contexto) no cambian automáticamente a un estado deseado porque hablemos desde un lugar diferente, aunque hayamos cambiado nuestra interpretación.

Es el compromiso, concebido como nuestra promesa y acción concreta orientada al cumplimiento de nuestros propósitos fruto de esta nueva trama interpretativa, lo que refleja la auténtica transformación.
Nuestras acciones van a revelar aquellas interpretaciones del mundo con las que estamos auténticamente comprometidos (J. Selman).

En el espacio de las organizaciones, una cosa es enseñar o hablar del cambio, otra es liderarlo modificando el contexto en el que actuamos. Una cosa es administrar el devenir, y otra construir rumbos con una mirada disruptiva, enrolando voluntades en narrativas de innovación transformadoras. Es la opción y elección de “Líderes” y “líderes”.

MP

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