Propongo bajar todo lo posible el umbral crítico y hacernos preguntas respecto del concepto del poder desafiando las opiniones que automáticamente suelen surgir.

Tradicionalmente, junto con otros conceptos, esta palabra ha tenido mala prensa. Se la relaciona en general con objetivos de dominación; discrecionalidad; maltrato; ambición (otra palabra con mala prensa) desmedida; agresividad; relaciones ganar- perder; impunidad; egoísmo; acuerdos espurios; entre otras.

Nuestra propuesta es que pensemos el poder asociado con la potencia, como capacidad de generar consensos con respecto a ideas concretables. Esto implica generar posibilidades que convoquen voluntades (enrolamiento) y desarrollen los talentos singulares de quienes se sumen a dichas propuestas y las hagan sostenibles en el tiempo.

Éticamente, esto ocurre sobre la base de legitimar y respetar al otro construyendo con él, conscientes de que somos parte de un mismo todo.

En estas condiciones, el poder es el reconocimiento positivo que nuestros juicios fundados generan en los pensamientos y emociones del otro, motivando también a su participación activa, en tanto formamos nuestra identidad pública.

Vemos a diario y vivimos en diversos contextos situaciones en las que el destacarse de un conjunto es tomado como algo negativo; con una intención asociada al deseo de que quien sobresale lo hace para ejercer alguna suerte de poder en beneficio propio. No negamos que esto suele ocurrir, pero sí negamos que esto caracterice al poder como algo propio de su condición.

Nacimos diferentes, somos seres únicos y, desconocer este hecho, lleva a neutralizar el lugar de nuestra mayor potencia donde reside justamente aquello que nos hace singulares.

Desde este punto de vista, negar el poder es negar la posibilidad de manifestarnos con autenticidad expresando visión, valores, talentos, capacidades, personalidad, pasiones que constituyen la mayor contribución que podemos brindar en el curso de nuestra existencia a nuestra red de vinculaciones.

No estamos hablando de ponderar el individualismo sino el sostener los derechos del individuo a manifestarse plenamente como más de lo que es, no menos. La riqueza surge de este entramado  de singularidades construyendo compromisos y coordinando acciones.

El proceso de construir la identidad como marca (SB) hace foco en el desarrollo de estos recursos para un liderazgo visionario y con el poder de modificar contextos y guiar en sus circunstancias. Un liderazgo distribuido en un abanico y cruce de talentos que están en condiciones de definir objetivos consensuados, abarcativos del conjunto y sostenibles en el tiempo.

mp

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