Usualmente tomamos contacto con opiniones con respecto al poder mirado como la posibilidad de ejercer influencia, convencer para guiar hacia un objetivo, habilidades de comunicación, entre otras aptitudes.
Conceptualizo el poder como la estructura y dinámica de acción por la cual una persona logra modificar el contexto y circunstancias pasando desde una situación o “estado actual” a otra que denominamos “estado deseado”.
Aquí es donde aparecen diferencias en cuanto a cómo recorrer este camino.
Cito a Rubén Rojas Breu quien dice: “Tal capacidad llamada Poder se da siempre como una relación (el destacado es nuestro) entre tres términos: a) el que confiere poder; b) el que asume el poder; c) el contexto en el cual ambos términos interactúan” *.
El Poder es un juicio por el cual alguien asigna a otro determinadas posibilidades de realización en las acciones (incluimos ideas, pensamientos, acciones físicas posibles) que puede emprender.
El Poder reside en el juicio, no en la acción. Ese Poder conferido es el que asume el líder enrolando en su propuesta/narrativa.
Observamos que frecuentemente aludimos al Poder como discrecional y perteneciente solamente a una de las partes, a la que lo asume, sin detenernos en la importancia de los aspectos que hacen al vínculo de la parte que lo confiere (expresadas por Rojas Breu) y al contexto donde se manifiestan.
Esta mirada detenida en el vínculo nos permite “construir” Poder desde un lugar que abre otras posibilidades y proyecciones, superando la “mala prensa” que suele tener.
Desde esta posición no estamos manipulando al ejercerlo, sino que las habilidades en el ejercicio del Poder procuran el desarrollo de talentos para la realización de visiones y misiones consensuadas.
En esto postulamos que la construcción del liderazgo no consiste en la eventual arbitrariedad de imponer objetivos personales sino en proyectos basados en acuerdos de otra trascendencia.
Este camino requiere “aprendizaje permanente” de competencias que promuevan el desarrollo de talentos en cualquier tipo de espacios, y que implican, por lo tanto, una posición ética comprometida con objetivos amplios e inclusivos de aquellos que nos confieren Poder.
Oponerse al Poder, significaría anular la fuerza de la singularidad del ser humano y su capacidad de expresar y sostener ideas propias en la búsqueda activa del “estado deseado”, y cuya posibilidad de realización está basada en las amplias y diversas formas que la articulación social admite.
El Poder existe y no encuentro sentido en discutirlo; lo que sirve es darle funcionalidad de signo positivo comprendiéndolo en su potencia, dentro del espacio del comportamiento humano.
Poder en el aprendizaje, Poder en el ejemplo, Poder para generar Confianza, Poder para valorizar al otro legítimamente y consensuar, Poder inherente a nuestra condición de seres humanos en sociedad, Poder para liderar/nos, Poder para incluir/nos.
Tenemos Poder y la negación del mismo propone un camino de homogeneidad forzada e impotencia, negarnos la autoridad de ser protagonistas en lugar de víctimas en nuestras circunstancias.
Ejercer nuestro Poder exige Pasión y compromiso con la autenticidad.
MP