Tomé una parte de un artículo que publica La Nación sobre el tenista Novak Djokovic. Recomiendo que lo lean porque en mi resonaron profundamente dos conceptos que desde la ontología destacamos: a) la fuerza de la historia que nos contamos y el lenguaje como generativo de realidad y ser; b) la reconstrucción de las emociones y el impacto en juicios y acciones. También hoy ejemplo de identidad como marca.

Este es un ejemplo extremo que fundamenta postulados y la propuesta ontológica como un modelo poderoso. Este tenista y su familia eligieron la forma de relacionarse con su circunstancia y oportunidades, tuvieron éxito en un contexto el miles perdieron la vida y/o calidad de vida: porque no pudieron evitarlo o porque no lo eligieron.

Parte del artículo:
“Pronto, con la evolución a la vista de todos, el crecimiento deportivo de Novak se convirtió en el foco de atención familiar. El odio étnico, las escalofriantes sirenas y los bombardeos repentinos prácticamente marcharon en paralelo con una filosofía pacífica que los Djokovic se empeñaban en adoptar. No fue nada fácil, claro. “Siempre digo que de cierta forma el tenis nos salvó la vida a todos”, contó Dijana, la madre de Novak, con los ojos humedecidos. Decenas de veces se repitió la situación en aquellos tristes años en Belgrado: niños practicando tenis mientras a la distancia arreciaban los ataques. Nadie quería llorar, pero pocos vencían el temor. “Necesitábamos alguna forma de ponernos de pie, de aislar los pensamientos”, narró Djokovic, que el 10 de junio de 1999, al enterarse por radio de que se suspendían las detonaciones, subió corriendo a la terraza de su casa, eufórico y gritando: “¡Nos salvamos, nos salvamos!” Aquel día, con alivio aunque con incertidumbre por lo que vendría políticamente en una región que todavía presentaba edificios en llamas y una economía que se hundía, los padres de Nole entendieron que el futuro de su hijo debía continuar en otro lado. Novak dejó su país, viajó a Munich y se sumó a la academia dirigida por Niki Pilic, un ex tenista croata que se había destacado en los años 70. “Imagínense cómo nos sentimos cuando se fue de casa. Nosotros no éramos millonarios y no podíamos seguirlo. Fue duro”, expresó Dijana al diario Ideal, de Granada.

“En aquellos días tuve mucho miedo, nunca sabíamos si las bombas caerían en nuestras casas, en nuestras cabezas… Pasé un cumpleaños llorando porque escuchaba que afuera caían las bombas. Es el período que no queremos recordar. Pero por todo lo que sufrí, hoy valoro la vida mucho más. Igual, yo amo mi país”, explicó Djokovic. Luego de su estada en Alemania, practicó en la escuela de Riccardo Piatti, en Torino, hasta que en 2003 se hizo profesional. “

Comparta esta publicación!